
Pensaréis que la vida en la casita de campo es idílica y tranquila, pero.... siempre hay alguna mosca que te desgracia algunos momentos con su impertinente zumbido. Una de las especies más gordas y ruidosas es la llamada mosca azul o de la carne, cuyo nombre científico es Calliphora vomitoria. Si estás tejiendo algo y tienes una de éstas por casa, es imposible concentrarse en la tela, el hilo y la aguja.
En casa no nos gusta echar insecticida, ya que mi marido es bastante sensible a sus toxinas y si lo respira le cogen unos ataques de asma espantosos. Por eso solemos utilizar el matamoscas de toda la vida, que no sólo ayuda a preservar el medio ambiente, sino que incluso fomenta cierto ejercicio corporal.
A estas alturas mi marido se ha convertido en un matador de moscas de una habilidad implacable. Casi siempre las mata a la primera. Es más: a veces consigue inmovilizarlas en vez de matarlas. Fue el caso de la C. vomitoria de la foto, que atontada por el golpe, apenas podía andar. Una modelo ideal para mi bordado, ¿verdad? Creo que lo que mejor me ha quedado son los ojos, aunque los puntos sencillos de las alas también quedan muy auténticos. A ver si encuentro la manera de tunear mi matamoscas y colgarle mi puntito de cruz como si fuese una etiqueta.
Lo más curioso es que después de hacer la foto, simplemente dejamos la mosca a su suerte, entre los hierbajos, y esta mañana ha aparecido en las fauces de una araña. ¡Suerte que no echamos insecticida, ya que sino la araña se hubiese quedado sin manduca, o, peor aún, se hubiese intoxicado! Me alegro mucho por ella. Al fin y al cabo, como buena puntocrucera me siento identificada con las arañas, que también tejen. Aquí os dejo una fotito. ¡Buen provecho!
